Por Gabriel “Sugar” Bonetto
Banda: Soundgarden
Disco: King animal
Lanzamiento: 13 de noviembre de 2012
Discográfica: Universal
Género: Hard rock
http://soundgardenworld.com/
La carrera de Soundgarden sucumbió al mismo tiempo que el grounge.
A Chris Cornell pareció no preocuparle porque insistió con discos solistas de
poco éxito comercial y artístico, se animó a trabajar con Justin Timberlake y
hasta fundó un auspicioso disco debut con Audioslave que luego fue perdiendo
gracia. Pero lo importante es que Soundgarden volvió después de dieciséis años.
Quizás por plata, quizás para recuperar la gloria perdida, nadie lo sabe con
certeza. Lo cierto es que volvió, y de buena manera.
Los fanáticos ya sabían del retorno anunciado dos años
antes, cuando comenzaron a presentarse en algunos festivales. Como en toda
vuelta de algún grupo otrora consagrado, el mundo de la crítica estaba
agazapado para atacar, esperando el momento para poner play y comenzar con la
odiosa pero ineludible comparación con el pasado. En esa disputa, el nuevo
Soundgarden pierde si se lo confronta con su consagrado disco Superunknown, de 1994. Sin embargo, la
derrota habla a favor de la banda de
Cornell porque no hay knock out, es por puntos, con suficiente dignidad.
Para no extrañar el grounge grabaron en el Studio X de
Seattle junto al productor Adam Kasper,
quien había trabajado con bandas como Pearl Jam y Foo Fighters. King animal arranca con su primer simple “Been Away Too Long”, un tema potente repleto de entusiasmo,
en donde celebran su reunión después de años de peleas y enemistad: Estuve afuera por mucho tiempo, canta Chris
Cornell, con la vitalidad de antaño, aún sabiendo las limitaciones que le impusieron
los años a su voz. La continuación es
pura potencia, “Non-State Actor” retoma el sonido
característico de la banda para no decepcionar a ningún fan. El virtuoso riff
de Kim Thayil y la batería del ahora Pearl Jam Matt Cameron, lo colocan en
el punto más alto del disco. La intensidad se extiende con “Blood
On The Valley Floor”, donde Thayil parece declarar con la guitarra su fanatismo
por Black Sabbath, y baja considerablemente con “Bones of birds”, una canción relajada, de buena melodía y un dejo de crudeza.
Cuando el disco llega al track doce el clima amortigua, las dos últimas canciones parecen ser un relleno caprichoso que no
terminan de empañar el regreso. La vuelta de Soundgarden está bañada de madurez,
con la recuperación de una identidad que
mezcla el hard-rock de los setenta con aquel sonido grounge que quedó aplacado
en el tiempo.
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