Por Leandro Juango
Banda: Los Reyes del
Falsete
Ningún día es igual a otro. Ningún momento de la
jornada se parece al que va a transcurrir mañana. Con algunas de estas
premisas, y con la idea de la postal musical, Los Reyes del falsete acaban de
editar su segundo disco, Días
nuestros, esperado sucesor de La
fiesta de la forma, primer LP del trío editado en el 2009también
lanzado a través del sello Triple RRR.
La banda, integrada por Nicolás Corley (guitarra y voz), Tomás Corley (batería y voz) y Juan
Martín Cianfagna (guitarra y voz), provenientes de la zona Sur de Buenos Aires,
desliza en Días
Nuestros un tronco común de canciones quecombinan frescura, potencia y
melodía, elementos que pueden rastrearse en el disco previo. También el falsete
atractivo y personal de las voces del trío se mantiene intacto. Pero el grupo
ya no focaliza tanto en el manejo de los climas sino que conduce esa energía en
la apuesta y coqueteo con otros géneros. Ese tronco común, antes subrayado, se
vuelve difuso ya que el disco trabaja con lo heterogéneo como bandera: cumbia,
electrónica espacial y de video game, e incluso algún traspié low fi
(“Polvo-Tierra”).
Y si de variedad se trata, Días Nuestros contiene quizás a una de las canciones
a incluir en los balances de fin de año, en este caso la balada titulada “Los
niños”. La canción es fiel a la búsqueda, tonos vocales y derroche de solos de
Los Reyes del falsete. Pero también sabe inscribirse en otro plano, en el
histórico, con un sonido que inevitablemente permite asociarlo a la tradición
del rock nacional. Desde este enfoque, no es casualidad que Lito Nebbia haya
colaborado con su voz y teclado ya que la canción lo solicitaba. La balada es
un momento de desolación extraño, conducida por una delicada melodía y una
lírica tan concreta como esquiva.
El disco cierra con “San Jorge”, cumbia interpretada
con matices particulares. Una letra sugerente y una serie de arreglos que la
ubican más cerca del altiplano latinoamericano que de los éxitos cumbieros de
las décadas pasadas. Cada canción de Días
Nuestros tiene su propio
humor y parece querer acoplarse al día de la semana que mejor le corresponda.
No hay un hilo conductor de género que garantice coherencia alguna en Días Nuestros, dificultando tal vez una primera
lectura. Pero más allá de esa ausencia, ese desorden en base a frescura,
vitalidad y espíritu lúdico, es lo que vuelve valorable la apuesta.
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